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EDITORIAL. Minería informal que todo lo destruye, por Guillermo Reaño

Publicado: 2010-07-02

Dentro de unos días estaré en Panamá convocado por Alejandro Balaguer, director de Albatros Media, para hablar en su programa de TV sobre la minería informal y los desastres ecológicos que está produciendo en Madre de Dios. Difícil encargo, ya lo creo; voy, no me queda ninguna duda, en representación de los que desde hace varios años vienen denunciando un ecocidio de proporciones dantescas en una de las regiones más biodiversas del planeta. Destrucción ambientral que tiene como principal responsable a los que están seguros de que los recursos naturales de la Amazonía están allí, serviditos, para su utilización compulsiva. Lo acabo de leer en un interesante estudio de la Fundación Conservación Estratégica sobre la Interocéanica del Sur, son las carreteras y las infraestructuras construídas a partir de la década del setenta las responsables de la destruccíon del paraíso que hasta entonces permanecía a salvo de la depredación y el mal uso.

El departamento de Madre de Dios tiene una superficie de 85, 184 Km2, algo más que Panamá que solo tiene 75,517 km2 . Es muchísimo más grande que Costa Rica (51 mil km2), uno de los países que utiliza de manera más sostenible su condición boscosa tropical y casi tres veces más grande que Bélgica. Un poco más del cinco por ciento del total del territorio maternitano está concesionado a la minería. Parece poco si tomamos en cuenta que entre tierras bajo protección estatal (léase áreas naturales protegidas), concesiones para conservación y ecoturismo y posesiones indígenas, la cantidad de tierras "en buenas manos" representa casi el 55,6 % de su territorio total.

Una lectura fácil de estos guarismos podría llevarnos a pensar que son pocas las tierras derivadas a la minería e inmensas las que el Estado les ha entregado en propiedad a los defensores del ambiente. No es así, Madre de Dios, desde hace veinte años y sobre todo en los dos últimos lustros, viene sufriendo un descalabro ecológico de proporciones debido al accionar incontrolable de una minería del oro que basa su accionar en la utilización de dragas y shutes (un armazón de madera donde se deposita y se lava la arenilla), armatostes que vienen devorando con inusual prisa las cuencas de los ríos Inambari, Madre de Dios, Colorado, Puquiri, Huaypetue y Caychique.

Mucho dinero se mueve en Madre de Dios y esa es la madre del cordero; un estudio de CoperAcción indica que el 9 % del oro que produce nuestro país proviene de la región que en términos reales solo es derrotado en el ránking aurifero por la producción de Barrick y Yanacocha. Estamos hablando de una industria que podría estar moviendo 600 millones de dólares al año y ocupa a viente mil trabajadores que se amontonan en poblados de la muerte: Huaypetue, Delta 1, Delta 2, Bajo Pukuri, Nueva Arequipa, Laberinto, Boca Colorada, Lamal, Guacamayo, Sarayaku...

Nosotros seguimos confiando en que la verdadera vocación de Madre de Dios, aquella que tiene que ver con los bionegocios, el ecoturismo y el negocio del carbono, tiene que ver con su futuro verde y con el bosque en pie. No creemos en los cuentos chinos con los que nos quieren embaucar los que patrocinaron la Interoceánica y ahora prtenden vendernos la ilusión de la represa de Inambari y el acuerdo energético Lula-García. En fin, el tema de la minería del oro (formal e informal) es un problema que debemos asumir con prontitud y autoridad. En eso estamos y para eso vamos a Panamá.

Buen viaje...


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Boletín del Grupo Viajeros dedicado a caminantes, turistas y viajeros por el Perú y América Latina...


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